Decídete a no ver más el cielo. Cuida que te rodeen gráciles doncellas y acarícialas.
¿Tienes duadas? ¿Conservas aún la tentación de suplicar a Dios?
Antes de ti, otros seres le elevaron fervientes oraciones.
Todos partieron ya y tú no sabes si Dios les escuchó.
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