Cuando te tambalees bajo el peso del dolor, y cuando agotes el manantial del llanto,
piensa en las silvestres yerbas que la lluvia como espejo bruñe.
Cuando te exaspere el resplandor del día, y
cuando anheles que una noche eterna se abata sobre el mundo,
piensa en el despertar de un niño.
En el verde prado, la sombra de este árbol parece una isla.
Caminante: detén tu paso.
Entre la ruta que llevas y esta sombra que gira con lentitud
hay quizá un infranqueable abismo.
Conténtate con saber que todo es misterio:
la creación del orbe y la tuya, el destino del orbe y el tuyo.
Sonríe a esos misterios como a un peligro que desprecias. Nada sabrás al franquear la puerta de la muerte.
¡Paz a los hombres en el negro silencio del más allá!
¡Una aurora más! Día tras día descubro el esplendor del mundo.
y lamento no poder agradecerla a su creador;
pero tantas son las rosas que me consuelan y tanto los labios que se brindan a los míos.
Deja tu laúd mi bienamada, los pájaros gorjean…
Si estás ebrio, Khayyám, eres feliz.
Si contemplas a tu bienamada de rosadas mejillas, eres feliz.
Si sueñas que no existes, eres feliz.
porque la muerte es igual a la nada.
Cansado de consultar inútilmente a los hombres y a los libros, he querido dialogar con el ánfora.
Posé mis labios sobre sus labios y murmuré: ¿a dónde iré cuando muera?
El ánfora me contestó.
¡Bebe en mi boca! ¡Bebe largamente! ¡No retornarás jamás!
La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí brilla en cada cáliz.
Coge dos gajos de sándalo:
transforma uno en laúd y quema el otro
para que uno en el otro nos perfumemos.
Decídete a no ver más el cielo. Cuida que te rodeen gráciles doncellas y acarícialas.
¿Tienes duadas? ¿Conservas aún la tentación de suplicar a Dios?
Antes de ti, otros seres le elevaron fervientes oraciones.
Todos partieron ya y tú no sabes si Dios les escuchó.
El halo que envuelve esta rosa,
¿es un arabesco de su aroma o la frágil defensa que le abandonó la bruma?
La cabellera sobre tu rostro, ¿es la noche que tu mirada ha de disipar?
¡Despierta bien amada! El sol dora nuestros cálices. ¡Bebamos!
Escucha: si este mundo no es más que una ilusión, ¿por qué te angustias?
¿Por qué piensas día y noche en tu miserable estado?
Abandona tu alma a la fantasía de las horas. Escrito está en tu destino.
Ningún borrón serás capaz de corregirlo.
Si quieres gozar de la soledad magnífica de las estrellas y las flores,
sepárate de todos los hombres, aléjate de todas las mujeres.
No te avengas con nadie.
No te inclines sobre ninguna llaga ni participes de ningún festejo.
Pesa el rocío cada mañana sobre tulipanes, jacintos y violetas.
Pero el sol los descarga de su brillante peso.
Pesa más, cada mañana, mi corazón en el pecho,
pero tu mirada lo alivia de su tristeza.
Bebo vino como la raíz del sauce bebe el agua cristalina del arroyo.
Sólo Dios es Dios y Dios todo lo sabe —¿eso dices?—
Cuando me creó, sabía que que bebería vino.
Si me negara a beber, la ciencia de Dios fracasaría.
Las estrellas dejan caer sus pétalos de oro.
Mas, ¿por qué todavía no esmaltaron mi jardín?
Como el cielo derrama sus flores por la tierra,
vierto dentro de mi cáliz negro un vino color de rubí.
No es amor el sentimiento que nos arrasa.
¿Brinda acaso un tizón el calor de una hoguera?
Noche y día y durante el resto de su vida,
el amante verdadero se consume de dolor y de placer.