miércoles, abril 10, 2013

Estudios

2.
Yo sé que te amo
porque nunca las ausencias fugaces
me dejaron el viento tan vacío,
tan ciego y silencioso.
Yo te veo los lunes y los miércoles.
(Los martes son perfectos,
porque te vi la víspera y al día
siguiente voy a verte.) Pero en los
días adelante
el color de tus ojos, tus cabellos
a fuego lento —miel en sombra—
tu figura
que a cada instante se escultura y tiene
la belleza infalible de las manos
puestas a hacer el mundo, mejor siempre…
En esos días siguientes,
en que todo es domingo por la tarde,
hipótesis y espacio,
tiendo la cuerda floja de esos días
y echo a bailar el adjetivo heróico
que sirva a tu persona, sin mirarte,
obediente, adivino, enamorado,
virrey de tu esperanza y tu deseo,
velocidad, nivelación constante,
de tus pies, tus manos,
orilla de tu sombra, rebosante.
Tú nada sabes.
¡Si alguna vez me vieses con mis ojos!
¡Si a ti perfecto fuera el martes
por lo mismo que a mí…! Si fueras tú
quien pusiera palabras al silencio
que yo vierto ante ti, porque hoy no puedo
sino callar, y apenas en la rueda
colegial encender una mirada
para apagarla pronto y estrechar
tu mano y despedirte con las mismas
palabras que les digo a los demás.

Carlos Pellicer. Julio, 1931.

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