Pues el que mira a un amigo verdadero lo está viendo como otra imagen de sí mismo. Por lo cual los asuntes están presentes, los que necesitan algo abundan en todo, los débiles de sienten fuertes y –lo más difícil de afirmar– los muertos viven, ya que así es de grande el honor, la memoria y la añoranza de los amigos que les acompañan.
Cicerón, De la amistad, VII, 23.
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