martes, noviembre 01, 2011

Eres siempre…

Suben mis pupilas hasta tus pupilas tristes
para desmenuzar la noche que te envuelve.
Las palabras se escarchan en el túnel glacial de mi garganta.
Procuro detener el relámpago negro que escapa de tus ojos
y permaneces en ti, en tus huesos,
en el éxtasis interminable de tu ser vagabundo.

He gastado el recuerdo recorriendo los años.
Estoy a tu lado y lejos para acumular el eco de las horas fértiles.
Dibujo en el pasto, en la sombra del agua nuestro primer encuentro:
viajábamos en el tren incoloro de cualquier destino
y un riel de anhelos empinaba sus hilos en el valle.

Tu alma y la mía cruzaron sus aromas
y treparon sobre todas las cosas de la vida. Así te quise.
Tú sabías también que los halcones salvajes de tu sangre
escaparon para atrapar las golondrinas dormidas de mi pecho.
Consciente de esa fuerza avasalladora cobijaste el amor bajo una absurda máscara.
(Aullaron entonces las sílabas mueras de aquello que callamos)

Tengo la frente helada, compacta como roca de océano
donde azota la ola de tu nombre que araña y humedece la raíz del delirio...

Silenciosa pienso en la necesidad violenta de tenerte,
de quemar con ceniza silvestre tus labios verdugos de mis labios,
de traerte a mis bosques australes y vestirte de arrayanes y juncos
para que pruebes el vino de otro crepúsculo
y embriagues tus sentidos en el sortilegio esmeralda de los lagos silentes.

Tal vez  colgaríamos el olvido en el campanario de los almendros
y el acero que ciñe tu corazón se fundiría en la fragua de pasión inmensa.

Pero no sé si quiero. Detesto los propósitos.
Y contigo no hay promesas ni ausencia... Eres siempre la vida.

Delia Domínguez.

No hay comentarios.: