martes, diciembre 19, 2006




Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad pero
la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
—quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono—,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino
que los acercaba y alejaba,

que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No había revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a la otra, en una consigna.

Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después del despertar.

Todo principio
no es sino una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto por la mitad.

Wisława Szymborska, Amor a primera vista, en Fin y principio, 1993.

No hay comentarios.: